Reinventando la Política
Si ya saben cómo son para que se ilusiona uno.
Para que ilusionarnos cada cuatro años, para que subirte a la montaña rusa de las emociones, del gol que después es fuera de lugar, de gritarlo para después lamentar, del creer que un portero que paró un penal ya es un héroe nacional solamente porque nos obliga a soñar, soñar que podremos ser campeones cuando desde que salió la selección la misma gente no le tenía fe al equipo y menos al entrenador.
Somos raros los mexicanos, paralizamos el país cuando juega el equipo en el mundial, hacemos quinielas, se apuesta, se llora, se lamenta con la derrota, es un viacrucis, es como cuando cada año vivimos la pasión de cristo, pero en el mundial es cada cuatro años y los 11 cristos son crucificados en una sola portería y el Judas es la preparación, es la formación, es el mismo ego tanto de los jugadores como del entrenador, el Judas que entrega al cristo de verde y blanco es esa forma en que se arma un equipo y la estrategia con la que se va a jugar.
En ese evangelio de 90 minutos tres veces cada tres días, cada 4 años, millones de mexicanos sueñan con que la selección resucite después del tercer juego y pase a octavos y luego a cuartos y de ahí lo que Dios y la virgen digan.
Somos un país que cree en los milagros, pero cada vez se dificultan por que no sabemos andar rogando y con el mazo dando, no sabemos trabajar por ello.
Y cuando crucifican a la selección el país se vuelve una plañidera y el humor social se vuelve agrio y buscamos culpables.
Si dejáramos de seguir a esos apóstoles del Dios de cuero redondo, los dueños de esa iglesia tuvieran que mejorar la liturgia y sus templos.
Pero ellos, los directivos y dueños de esa teología de la decepción están listos para montar su nuevo teatro en donde nuestro país será una de las sedes.
Y en cuatro años volveremos a soñar, pero así, sin ganarnos las cosas, sin hacer nada, todo dado esperamos y cuando no pasamos a octavos nos entristecemos y creemos que nos lo merecemos, cuando a duras penas pudieron sacar los juegos.
Pero ¿Qué tal la porra? Eso sí en alegría no hay quien nos gane, tal ves somos un país alegre que como no sabe ganar, como no sabe festejar grandes victorias, nos conformamos con ser alegre por lo que sea.
Por eso, porque no tenemos grandes éxitos como nación, no nos queda más que seguir pateando el bote para delante… así como si fuera un balón, un balón que no sabe entrar a la portería.
Y todo por que quien lo patea, se le olvida para que está ahí, para hacer que el público estalle de alegría para festejar su victoria, no para que entristezca con su aplastante derrota.
Los gladiadores romanos sabían eso por eso salían a darlo todo.
Acá, los futbolistas saben que llueve, ganen o pierdan la chequera seguirá sonando no importa… no importa que entristezcan a un pueblo.
Total, ellos los futbolistas, en la cadena alimenticia valen más que un médico o que un bombero, gente que lucha por salvar vidas para que puedan vivir alegres.
Y lo peor es que lo saben y abusan de ello… les pagan mucho por eso abusan del humor y de la salud emocional del país.