Mazatlán, Sinaloa.- La zona arqueológica Las Labradas y la zona natural protegida como la Meseta de Cacaxtla, ambas ubicadas en el municipio de San Ignacio, podrían unirse a las 35 zonas declaradas Patrimonio de la Humanidad en México por la UNESCO, y el Instituto Nacional de Antropología e Historia ya comentó con dicho proceso.
Así lo dió a conocer Servando Rojo Quintero, director en Sinaloa del Centro INAH, quien reveló que el proyecto se volvió a retomar debido al gran interés que hay por muchas personas en hacer de Las Labradas Patrimonio de la Humanidad.
Indicó que a lo largo de los años se ha ido invirtiendo en el área arqueológica ubicada en la comunidad de la Chicayota, San Ignacio, y ahora que se está invirtiendo y dándole un giro de interés a la zona, se volverá a realizar dicho proceso que beneficiaria no solo mediáticamente sino económica y turísticamente.
“Todo ese material, y aparte Las Labradas está en la lista indicativa de México como propuesta para que sea declarado Patrimonio de la Humanidad, ya está y se va a retomar ese trabajo; todo ese material se va a recuperar y entonces, ¿qué es lo que se tiene qué demostrar?, que son bienes ambos de carácter universal y relevantes para la historia de la humanidad, una relevancia a nivel mundial”, comentó.
Servando Rojo Quintero informó que ya se tuvo pláticas con el director de Patrimonio Mundial del INAH, Francisco Javier López Morales, a quien le hicieron ver los estudios que por años se han hecho de Las Labradas y el por qué fue nombrada zona arqueológica, así como la Meseta de Cacaxtla como área natural protegida, por lo que dichos estudios fueron de interés a Javier López Morales para retomar el proceso ante la UNESCO.
Indicó que en México hay dos bienes que tienen declaratoria mixta de las 35 zonas denominadas Patrimonio de la Humanidad, y Las Labradas sería el tercer bien y la zona número 36 en ser declarada con dicho distintivo.
Rojo Quintero agregó que el proceso para convertir a Las Labradas en Patrimonio de la Humanidad es un periodo de tres años, donde un año es para los estudios, un año para llevar los expedientes a la UNESCO, y otro año para que acudan los comités de la organización mundial a las zonas que esperan declararlas patrimonio.
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