
Culiacán, Sinaloa.- Sentado, a veces serio, escuchando y en ocasiones efusivo, especialmente cuando sobre la mesa se pone el nombre de su padre, Mario Ramos Tarriba,cuenta cómo se construyó la empresa que lleva el nombre de su progenitor, Joyería Mario Ramos y por qué el nombre como marca y especialmente, habla de la filosofía para trascender y cómo hacer para que la empresa, crezca y tenga una utilidad, no tanto económica, sino social.
Ramos Tarriba platicó en el Podcast AltoVibraje con Luis Alberto Díaz, José de Jesús González y Roque Mascareño, a quienes les dijo considerar que, quizá, parte del éxito está en la paciencia, la disciplina, la filosofía de trabajo aplicada a un solo objetivo, con una meta clara y definida de qué es lo que se quiere y por qué se quiere.
“Encontramos nuestros talentos, y uno de nuestros talentos es la salud, estamos sanos gracias a Dios; otro talento es la inteligencia natural, somos menos tontos que otros; otro es la preparación, fuimos a la escuela; otro, es la familia, tenemos una familia, tenemos esposa, tenemos hijos; otro es el trabajo; hay mucha gente que no tiene salud, hay mucha gente que no tiene inteligencia, hay mucha gente que no tiene educación, mucha gente no tiene familia y mucha gente que no tiene trabajo y si tú lo tienes y lo meditas en esta dimensión que estamos trabajando pues como que tienes que hacer un alto en el camino y decir qué voy a hacer con mis talentos”.
El empresario recuerda que sus orígenes no fueron nada extraordinario; conoció a los viejos empresarios del Culiacán en el que todo mundo se conocía, máxime que todo confluía en el centro de la ciudad; el primer negocio de su familia se ubicó por la Avenida Domingo Rubí entre Benito Juárez y Mariano Escobedo teniendo como vecino la primera tienda de Casa Ley donde Juan Ley Fong hizo amistad con su padre Mario Ramos Rojo; amistad que se mantuvo a lo largo de la vida de las dos familias.
Y, al paso de los años, siendo Juan Manuel Ley López el gran empresario que llegó a ser, un día, ya Mario Ramos Tarriba incursionando en el negocio de las joyerías y con un intento fracasado de expansión, se acercó a su amigo y le pidió le explicara el secreto para hacer crecer la empresa, y tras batallar un poco, recibió un consejo que le cambió la vida.
“Lo primero que necesitas para crecer es estar dispuesto a todo, ¿y qué significa estar dispuesto a todo? Estar dispuesto a todo para lograr tu objetivo ¿Pero, qué es todo? Todo es trabajar 14 o 15 horas diarias, siete días de la semana, no ir a Altata, no ir al club, no ir a las fiestas ni desvelarte con los amigos, estar dispuesto a todo, es lo primero que se necesita; para mí fue muy aleccionador porque al principio entiendes tú que es hacer cosas indebidas con tal de lograr el objetivo. ¡No! Pero es que ser disciplinado no es fácil. ¿Cuánta gente deja de ir al negocio porque tiene que ir al bautizo de un amigo que a la mejor es su compadre? El que deja el negocio para eso ni es cura, ni es el bautizado, ni es el padrino, pero ahí va”.


Con el paso de los años, aplicando la recomendación de Juan Manuel Ley López y la propia disciplina familiar, llegó el momento de abrir mercado y lo primero fue, seguir la ruta trazada por su padre Mario Ramos Rojo quien incursionó en Sonora, vendiendo joyería en fechas especiales lo que lo llevó a convertirse en piloto aviador para poder viajar con mayor soltura dada la mercancía que manejaba; y el mercado de Sonora llegó a representar el 80 por ciento de las ventas de la empresa.
Posteriormente, ya con su hijo Mario, el cuarto de la dinastía Ramos en el negocio, se expanden hacia el norte e incursionan en Monterrey y un día, platicando con su hijo, llega a la conclusión de que ellos, los Ramos, son como empresarios, mucho mejores que los de Monterrey porque han logrado lo que aquellos no han intentado.
“La gente que crece en estas regiones, los señores Ley, los señores Coppel, los señores Kuroda, los señores Vizcarra son ejemplos motivantes para nosotros y hay que verlos como motivadores, no como competidores, sino como motivadores y tenernos mucha confianza en el sentido de que sí tenemos lo nuestro porque sobrevivir, y sobresalir viniendo de una cuna tan pequeña es que debemos tener un ADN muy poderoso y si no tenemos ese convencimiento, es decir, si no nos la creemos, pues, no hay camino”.
Y rememora cómo iniciaron su padre y anteriormente su abuelo y cómo surgió el nombre que se convirtió en marca y en sinónimo de calidad, servicio, pero sobre todo, confianza.

Ramos Tarriba recuerda que siendo de Navolato, su abuelo Procopio Ramos se hizo de unas tierras y con la llegada de Lázaro Cárdenas a la presidencia, este se las expropia y el abuelo se queda sin tierra y con la deuda, pero como en ese tiempo, la palabra tenía más valor que una firma, don Procopio se deshizo de algunos bienes para pagar sus deudas porque era hombre de honor y así fue como también su padre, Mario Ramos Rojo, acuñó como capital, vender confianza porque era su principal capital.
Entonces, recordó la enseñanza de su padre quien le dijo que como horcón de en medio, debe velar por la seguridad de su familia, garantizando que tengan una buena vida basada en principios y valores y la constancia que da el trabajo, por añadidura podrán ir haciéndose de bienes y lograr esas pequeñas cosas por las que han soñado, pero lo primero, es la constancia, disciplina y trabajo.
Hoy día, se encuentra que la juventud vive a prisa; y Ramos Tarriba les aconseja que deben ganarse lo que quieren disfrutar, el precio es la paciencia y la constancia, la disciplina y tener claro los objetivos de vida porque, si lo que quieren es tener dinero, deben tener claro que este solo sirve para una sola cosa: dar seguridad.
Con 72 años de edad, Mario Procopio Ramos Tarriba señala que aún le queda “rabia y sigue ladrando poquito” y ahora que sus hijos están involucrados en el negocio tradicional de la familia, y una nieta está recién involucrada, tiene el interés de incursionar en el ramo inmobiliario y seguir trabajando mientras Dios le brinde la oportunidad de hacerlo.
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