Ciudad de México.- En México, el Día de Muertos es una festividad profundamente arraigada en la cultura, donde las familias preparan altares para recibir a sus seres queridos fallecidos. Esta tradición, llena de aromas y colorido, da identidad a los mexicanos a lo largo y ancho del país.
Para muchas personas, sin embargo, el ajetreo diario y las responsabilidades pueden interferir con la celebración de manera tradicional. Tal es el caso de Felipe, un hombre de Tlaxcala cuya actitud holgazana e incrédula lo llevó a despreciar la importancia de erigir un altar en el Día de Muertos.
La leyenda cuenta cómo Felipe, indiferente a la festividad, menospreció las súplicas de su esposa Hortensia para comprar los elementos del altar. Su escepticismo se vio contrastado con la devoción de otros, como José, quien reconoció el valor de las ofrendas al recordar a su madre fallecida.
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El relato culmina con un giro impactante, donde la negativa de Felipe a respetar la tradición resulta en la pérdida de la protección de sus seres queridos y en consecuencias trágicas.
El caso de Felipe ejemplifica la importancia de honrar a los muertos en el Día de Muertos, pues, aunque la celebración puede variar de región en región, el respeto y el cariño por los que ya no están deben perdurar.
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La emotiva historia del hombre que menospreció su altar en el Día de Muertos nos recuerda la relevancia de mantener viva esta tradición y de rendir homenaje a nuestros seres queridos fallecidos, quienes, aunque en el más allá, merecen ser recordados y honrados.