Redacción.- Cada 23 de abril desde 1995 se conmemora el Día Mundial del Libro, tras un decreto de la Organización de las Nacionales Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), por coincidir con la muerte de tres grandes escritores, Miguel de Cervantes, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega.
También esta fecha es motivo importante a nivel internacional para el fomento de la lectura, la protección de la propiedad intelectual y la labor de la industria editorial para crear conocimiento en la humanidad.
¿Qué tanto lee el mexicano?
De acuerdo a un análisis del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) realizado en 2023, la disminución de personas lectoras es gradual con la edad, tomando en cuenta materiales de lectura considerados por el MOLEC, que son libros, revistas, periódicos, historietas y páginas de internet, foros o blogs.
“El porcentaje de la población de 18 años y más lectora de los materiales considerados por el Módulo sobre Lectura (MOLEC), 1 fue de 68.5 por ciento: 12.3 puntos porcentuales menos que en 2016”.
En los grupos de 18 a 24 años y de 25 a 34 años, ocho de cada 10 personas leen; mientras que en el grupo de 65 años y más, seis de cada 10 son lectoras.
El estudio precisa que los libros fueron el principal material de lectura, con un 40.8 por ciento de lectores de 18 años y más; en tanto que las páginas de internet, foros y blogs, tuvieron 37.7 por ciento.
Asunto generacional
Sin duda la información que se puede obtener mediante internet es más llamativa para las generaciones de 18 a 24 y de 25 a 34 años, quienes alcanzaron índices de 63 por ciento y 52.5 por ciento, respectivamente, siendo la lectura de libros menor, con 54.2 y 46.8 por ciento.
Para el Inegi la población no lectora presenta una carencia de estímulos para la lectura durante la infancia, lo que implica que al no haber un fomento desde el hogar por el gusto por los libros, difícilmente lo podrán desarrollar en etapas más adultas.
“La población no lectora presenta una mayor carencia de estímulos para la lectura durante la infancia, 83 por ciento declaró que sus padres o tutores no la llevaba a bibliotecas y librerías, mientras que el 79.7 por ciento dijo que sus padres o tutores no le leían y 68.3 por ciento no veía a sus padres o tutores leer”.
Esta valoración también arroja que la población lectora de 18 años y más disminuyó en los últimos ocho años, pasando de un 80.8 por ciento en 2016 a un 68.5 por ciento en 2023; además, la población femenina se mostró como la menos interesada en leer con el 34. 3 por ciento, en comparación al 28.3 que manifestaron los hombres sobre no leer ni libros, periódicos, revistas, historietas u páginas de internet.
Poemas para celebrar el Día Mundial del Libro
A continuación le presentamos 10 poemas de autores latinoamericanos que sí o sí debe leer, no sólo para conmemorar el Día Mundial del Libro, sino para enriquecer su día, su alma y su memoria.
Jorge Luis Borges (Argentina)
Antelación de amor
Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la privanza de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
ni la sucesión de tu vida situándose en palabras o acallamiento
serían favor tan persuasivo de ideas
como el mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis ávidos brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha en la selección del recuerdo,
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes,
Arrojado a quietud
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré por vez primera quizás,
como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo
sin el amor, sin mí.
Sor Juana Inés de la Cruz (México)
Redondillas
Hombres negocios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.
Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís tu resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
el mismo empaña el espejo
y siente que no está claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual:
quejándoos si os tratan mal
burlándoos si os quieren bien.
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata
Si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis,
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?
Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido,
en una pasión errada,
la que cae derogada,
o el que rueda de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga,
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
Carlos Pellicer (México)
Estudio
Jugaré con las casas de Curazao,
pondré al mar a la izquierda
y haré más puentes movedizos.
¡Lo que diga el poeta!
Estamos en Holanda y América
y en una isla de juguetería,
con decretos de reina
y ventanas y puertas de alegría.
Con las cuerdas de la lira
y los pañuelos del viaje,
haremos velas para los botes
que no van a ninguna parte.
La casa de gobierno es demasiado pequeña
para una familia holandesa.
Por la tarde vendrá Claude Monet
a comer cosas azules y eléctricas.
Y por esa callejuela sospechosa
haremos pasar la Ronda de Rembrandt.
… pásame el puerto de Curazao!
isla de juguetería,
con decretos de reina
y ventanas y puertas de alegría
Octavio Paz (México)
Aquí
Mis pasos en esta calle
Resuenan
En otra calle
Oigo mis pasos
Pasar en esta calle
Donde
Solo es real la niebla
José Martí (Cuba)
Cultivo una rosa blanca
Cultivo una rosa blanca,
en julio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo:
cultivo una rosa blanca.
Gabriela Mistral (Chile)
Vergüenza
Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
como la hierba a que bajó el rocío,
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje al río.
Tengo vergüenza de mi boca triste,
de mi voz ronca y mis rodillas rudas;
ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.
Ninguna piedra en el camino hallaste
más desnuda de luz en la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oíste su canto, la mirada.
Yo callaré para que no conozcan
mi dicha los que pasan por el llano,
en el fulgor que da a mi frente tosca
y en la tremolación que hay en mi mano…
Es noche y baja a la hierba el rocío;
mírame largo y habla con ternura,
¡que ya mañana, al descender al río,
la que besaste llevará hermosura!
Pablo Neruda (Chile)
Débil del Alba
El día de los desventurados, el día pálido se asoma
con un desgarrador olor frío, con sus fuerzas en gris,
sin cascabeles, goteando el alba por todas partes:
es un naufragio en el vacío con un alrededor de llanto.
Porque se fue de tantos sitios la sombra húmeda, callada,
de tantas cavilaciones en vano, de tantos parajes terrestres
en donde debió ocupar hasta el designio de las raíces,
de tanta forma aguda que se defendía.
Yo lloro en medio de los invadido, entre lo confuso,
entre el sabor creciente, poniendo el oído
en la pura circulación, en el aumento,
cediendo sin rumbo el paso a lo que arriba,
a lo que surge vestido de cadenas y claveles
yo sueño, sobrellevando mis vestigios morales.
Nada hay de precipitado, ni de alegre, ni de forma orgullosa,
todo aparece haciéndose evidente pobreza,
la luz de la tierra sale de sus párpados
no como la campanada, sino más bien como las lágrimas:
el tejido del día, su lienzo débil,
sirve para una venda de enfermos, sirve para hacer señas
en una despedida, detrás de la ausencia:
es el color que sólo quiere reemplazar,
cubrir, tragar, vencer, hacer distancias.
Estoy solo entre materias desvencijadas,
la lluvia cae sobre mí, y se me parece,
se me parece con su desvarío, solitaria en el mundo muerto,
rechazada al caer, y sin forma obstinada.
Rubén Darío (Nicaragua)
Sonatina
La princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa?
los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que han perdido la risa, que han perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vas, olvidada, se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales;
parlachina, la dueña dice cosas banales
y vestido de rojo pirutea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
La princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?,
¿o en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes?,
o en el dueño orgulloso de las prlas de Ormuz?
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al Sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los veros de mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Ya no quiere el palacio ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los Jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!,
está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y con un dragón colosal.
¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida).
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe!
(la princesa está pálida; la princesa está triste).
¡Más brillante que el alba, más hermosa que abril!
-Calla, calla, princesa –dice el hada madrina-.
En caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor.
César Vallejo (Perú)
Los heraldos negros
Hay golpes en la vida tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como el odio de Dios, como si ante ellos
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
Son pocos, pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre… Pobre… Pobre. Vuelve los ojos como
cuando por sobre el hombro nos llamada una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido.
¡Hay golpes en la vida tan fuertes!… ¡Yo no sé!
Eduardo Larmig (Paraguay)
El poeta ciego
El tibio resplandor de la alborada
se extiende por los términos del cielo,
y traspasa la lóbrega y pesada
niebla que entolda de Bretaña el suelo.
En el brazo de Débora apoyado
un ciego de canosa cabellera,
con insegura planta de un collado
desciende de la mar a la ribera.
Es el cantor de la celeste guerra
del bien perdido, del castigo eterno,
de la primera culpa de la tierra,
de la primera conquista del Averno.
De Débora los dulces, claros ojos,
son el azul del cielo refulgente,
guardan sus esmaltados labios rojos
perlas abrillantadas del Oriente.
Es cual la flor de la mañana pura,
como ensueño de amor es hechicera;
le dio el sauce su lánguida tristura,
le dio su gentileza la palmera.
Tiene del cisne erguido el alto cuello,
levantado es su pecho, su piel breve;
desciende con rizos de oro su cabello
desde la sien de inmaculada nieve.
Atesora su cándida hermosura
más que terrenas, celestiales galas,
es un ángel venido a la altura,
que tan sólo al bajar perdió las alas.
Besa las faldas del agreste monte
que Débora y su padre están bajando
el espumoso mar; en su horizonte
las velas de un bajel se van alzando.
No empavesan la nave misteriosa
ni flámula, ni insignia, ni bandera,
y el gobernalle sigue a la arenosa
playa do Milton con afán espera.
El seno maternal de la Bretaña
se apercibe a dejar, que en los combates
vencido, va a pedir a tierra extraña
asilo do librar lira y penares…
(Poemas extraídos del libro Antología de la poesía latinoamericana, de Editores Mexicanos Unidos).
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