Culiacán, Sin.- Cuarenta socorristas y una docena de policías pareciera que son pocos para recorrer los aproximadamente 30 kilómetros del canal Antonio Rosales para buscar a ‘Carlitos’, pero un ejército de medio millar de voluntarios estremecen los corazones y aflora los sentimientos de la multitud que se contagia de buenos deseos que los hacen ver más humanos. Ese lado noble del sinaloense.
Desde el más chiquito al más grande. Desde el más joven hasta el más viejo, poco a poco empiezan a llegar al canalón de la comunidad de Lo de Sauceda después de haber desayunado para reanudar las labores de búsqueda que sólo son interrumpidas para tomar los sagrados alimentos y descansar un poco para tomar fuerzas.
Aquí no importan los puestos políticos, ni mucho menos el tener un carro del año, alhajas ostentosas o mucho dinero en el banco. Aquí lo que importa es tomar la iniciativa y comenzar a ayudar a los demás cuyo único objetivo es localizar el cuerpo de ‘Carlitos’, que apenas cursaba la etapa preescolar.
En el lugar todos callan y apenas murmuran para coordinarse. No hay responsables de la tragedia y casi todos coinciden con el agradecimiento al creador (Dios) por haber salvado a las tres niñas que cayeron a la corriente del canal junto con José Carlos, cuando viajaban a bordo de una cuatrimoto de color rosa el lunes por la tarde.
Hoy la sociedad sinaloense, marcada o estigmatizada históricamente por la violencia y las actividades ilícitas que aquí se realizan, dan otra cara, la de la solidaridad. En estos días los navolatenses han demostrado su enorme calidad humana y gran corazón hacia sus semejantes uniendo todas las clases sociales con un solo fin, el de rescatar a un niño que apenas empezaba a vivir la vida.
Son más de 24 horas de la tragedia y ‘Carlitos’ no aparece. Lo arrastró la corriente.
Algunos sin dormir por más de 30 horas siguen aferrados a hurgar con sus manos desnudas las ramas y espinos de los arbustos a la orilla del canal. Con sus pies descalzos y algunos de ellos con heridas por las cortadas de las piedras y objetos cortantes que hay en el fondo de la obra hidráulica, siguen empujando el lodo espeso para abrirse camino a paso lento, pero perseverante. Otros más agazapados escudriñan las partes oscuras que forman los espinos y las grietas en la orilla de la obra hidráulica en busca de una señal que les lleve a dar con el niño.
Este martes, la mañana pasa más rápido de lo normal y pronto el sol cae a plomo sobre la mollera de los hombres del campo que se aferran a la búsqueda con sus lomos encerrados de lodo y sus brazos, cuello y rostro bronceados por los rayos del sol, mientras sus mujeres caminan por la orilla del canal, algunas de ellas con niños en brazos, perdiendo la mirada en el agua para ver si logran ver al niño.
Continuamente pasan camionetas con familias regalando agua fresca embotellada a los voluntarios y socorristas. Otros más relevan a los que ya están cansados y aprovechan este gesto para tirarse a la sombra de un árbol y agarrar fuerzas para continuar minutos más tarde con la tarea. Luego a la hora de la comida los pobladores regalan tamales, sándwiches y hasta tacos o ‘burritos’ para los hombres y mujeres que han estado ayudando en la búsqueda.
Aquí todos quieren poner un granito de arena y cada quien ayuda de acuerdo a sus posibilidades, pero lo importante es ayudar, dice un hombre de sombrero que recorre en su motocicleta la obra hidráulica para echar la luz de su moto a los buscadores al caer la noche. En este contexto todos los seres humanos reflexionan un poco acerca del valor de la vida. Lo efímera que es ésta y lo vulnerables que somos ante la fuerza de la naturaleza. Somos dependientes unos de otros semejantes a un pilar de convivencia.
Los bomberos, que han aprendido y agarrado experiencia en este tipo de tragedias, ya no dan esperanzas de encontrar con vida a ‘Carlitos’. Su meta es hallar el cuerpecito para entregarlo y darle paz a su familia.