Guasave, Sin.- El silencio hace que el sonido de las aves sea más perceptible en el lugar, este se interrumpe bruscamente cada tanto tiempo, cuando Angélica, mamá de Martha Angélica, joven asesinada en Ranchito de Inzunza, retoma fuerzas y de su pecho brota el dolor, transformado en palabras apenas entendibles, llanto y sollozos.
“Mi niña chiquita, no pude hacer nada, yo no soy mamá porque no hice nada para defenderte de ese hombre malo”, se culpa y golpea sus rodillas, al tiempo que los brazos de su familia la arropan, pero nada le da consuelo.
Frente a ella el ataúd caoba de la joven de 28 años, que, a decir de las vecinas, en efecto, es la más pequeña de la familia Romero Camacho, la más pequeña de cuatro.
Está rodeada de flores, arreglos de varios tamaños con cintas en las que se leen mensajes de condolencia e indignación, ni una más.
Una pequeña de lentes, que camina todavía como un bebé, reclama atención, es la hija mayor de Martha Angélica, comentan los asistentes.
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Angélica para de llorar, promete en voz alta que ya no lo va a hacer, “ya te voy a dejar tranquila hija”, sin embargo, basta que llegue algún familiar más a dar el pésame o un abrazo, para que el sentimiento se recrudezca.
En la casa de la abuela paterna de Martha Angélica es donde se velan sus restos mortales, la casa de sus padres, dónde ocurrió el atroz crimen no se pudo realizar el funeral, ahí todavía resguarda la trágica escena una patrulla de la policía municipal y el lugar luce cintas amarillas que limitan el acceso.
La comunidad está consternada, exigen justicia pues esa joven seria y trabajadora no merecía morir así, menos a manos de quién se supone era su pareja, no su enemigo.
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