Jesús María, Sin.- Inhabitada por la total destrucción, así quedó la finca en donde Ovidio Guzmán López y su familia, y gente a cargo de su seguridad pasaban la noche, ellos acababan de llegar a descansar y un operativo quirúrgico de las fuerzas militares privó de la libertad la calma, esa madrugada del 5 de enero.
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“A Ovidio le cayeron cuando estaba dormido” “No le dieron chance de nada”, son frases que predominan entre los habitantes de Jesús María, quienes después de haber ido a Culiacán a manifestar su descontento con los militares que no se han ido, entraron hasta las entrañas de la vivienda donde se vivió la guerra por más de 9 horas.
Cascajos, miles, cristales y ventanas destrozadas, en el comedor principal, pan de caja, restos de mayonesa, un centro de mesa fisurado. En la sala principal, dos sofas individuales y un sofacama, sillas y dos mesas de centro desordenadas.
Metros adentro, una de las dos recamaras con dos camas individuales, y cada una, colchas con los nombres de quien se dice, serían las hijas de “El Ratón”; La otra recamara, la principal, con una cama King Zise, en ambas había huellas con rastros de sangre y enceres y alimentos dispersos en el piso.
Otra de las recamaras, del lado contrario, sólo dejaba ver el ‘batidero’ que, según los vecinos, dejaron los militares; Ahí se hallaban estuches de relojes, de cantidades estratosfericas, y también había vestigios de joyería fina, pero estaban vacías, saqueadas, como si alguien las hubiera robado.
Lo que más llamaba la atención, en la parte trasera de la casa, había tres habitaciones equipadas con literas y closets para ropa, y en el acceso del cuarto de en medio, una maleta en donde quedaron dos muñecas, ese par de juguetes que, con seguridad, eran las preferidas de las niñas, y que a raíz del operativo, no alcanzaron ni a desempacar y no volveran a jugar con ellas.
Una de las muñecas, con los zapatos y el cabello en color morado, de vestido amarillo y vivos rosa viejo, y a la altura del ombligo, una flor. El otro juguete, era una “bebé” de cabello rubio, un saquito blanco y usaba un vestido blanco con pequeños corazones negros.
En la cocina, quedaron dos charolas que contenían spaguetti, un pollo envasado al alto vacío, tortillas, deshechables, café y cualquier otro alimento que se encuentra en una cocina de “Rancho”, y que los militares estaban consumiendo.
“Cuando se fueron los que vinieron de México, entramos, y vimos que los ‘verdes’ estaban comiendose la comida, como si fuera de ellos” “Se pasaron de lanza”, “Nos vieron y ahí la dejaron”, reprochaba un joven, que estaba al cuidado de la casa, ya abandonada.
Por fuera de la casa, sólo había impactos en la infraestructura, pero al interior, cada artículo, cada alimento y cada mueble destrozado, contaban “una historia distinta” de lo que era, antes de que le cayeran a Ovidio.