
Culiacán, Sin.- Aunque ya resulte algo común de ver al momento de visitar la capital mexicana, el problema de los hundimientos en el suelo no debería dejarse de tomar en cuenta, sobre todo por el gobierno y los especialistas, pues aunque es imperceptible su avance a simple vista, lo hace de forma ininterrumpida y en un futuro no muy lejano las consecuencias podrían ser mucho más graves de lo que aparentan hasta hoy.
Dicho problema se concentra sobre todo en la zona del Centro Histórico y algunos de sus edificios más emblemáticos dan muestra de ello, cuando sus líneas en teoría paralelas, ya no coinciden del todo y empiezan a alejarse o acercarse respecto a los edificios contiguos.
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Y todo se debe a un simple problemita, como lo es la falta de agua en el subsuelo.
Las extracciones ocurridas durante años han llevado a que las diversas capas comiencen a reacomodarse buscando rellenar los huecos que antes ocupaban los miles y miles de litros de agua que ahí yacían, pero que han sido extraídos por los capitalinos para satisfacer sus necesidades más elementales, pero cada vez más crecientes.
Y es que un estudio denominado ‘Perspectivas del Agua en el Valle de México’ llevado a cabo por organismos diversos como Agua Capital, Red de Agua UNAM y la Unesco, detallan como cerca del 60 por ciento del agua que consumen los capitalinos, procede precisamente de los mantos ubicados debajo de la ciudad.
El problema radica en que años atrás, dichos yacimientos se rellenaban a la misma velocidad que se vaciaban, pero con el crecimiento acelerado de la población y su mayor demanda del vital líquido, pues eso ya no pudo ser sostenible, lo que ha llevado a que dichos mantos se vayan vaciando sin mayor remedio.
Y es que se piensa que en la década de 1980, retornaba un promedio de 44.9 por ciento del agua al subsuelo como consecuencia de la lluvia, sin embargo dicha cifra cayó precipitadamente para el 2015 a apenas un 36.6 por ciento.
Ante dicho panorama, los expertos ya analizan cómo detener el problema, aunque en realidad resulte algo abismal.
Entre otras teorías se habla de rellenar dichos mantos de manera artificial, aunque lo más viable pareciera ser el reducir las extracciones, para lo cual se han fijado una meta de 10 metros cúbicos por segundo para el 2040, mismo que solo el tiempo se encargará de demostrar si funcionará o no, y esperar a que la ciudad no sea ‘tragada’ hacia sus propias entrañas en caso de fallar.
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