Culiacán, Sin.- Agazapado y en cuclillas, bajo la delgada sombra de un poste alumbrado público, Ramón, un niño de tan solo 10 años y originario del estado de Chiapas, mitiga los rayos del sol en espera que la luz del semáforo cambie a rojo para poder seguir luchando por la vida.
Son las 3 de la tarde y el intenso calor cae a plomo sobre la gorra de color negro deslavado por el uso que está sobre la cabeza del menor, la cual a simple vista se aprecia le queda grande, pero es suficiente para proteger su piel morena y curtida por las altas temperaturas que da prueba de lo que es el trabajo “de sol a sol”, mientras que en una de sus manos sostiene una botella de refresco con agua y jabón en su interior y en la otra un jalador de agua con el que limpia vidrios de los autos en un transitado crucero del sur de la ciudad.
De la misma forma lo hace su hermano José, él ya es mayor de edad, pero que en plena etapa de la juventud y a su corta edad ya es padre de dos hijos que dejó en Chiapas al cuidado de su esposa y bajo la supervisión de su madre, a las que tiene que mandarles dinero cada semana para que puedan comer en una región montañosa de aquel estado.
Sobrevivir en Culiacán
Sin conocer mucho de la cultura sinaloense, ni de las leyes que rigen en este estado, los dos hermanos trabajan sin perder tiempo para sacar dinero y así poder pagar la renta que en este mes le costó 3 mil pesos, pero el mes que entra subirá mil pesos más.
Hace apenas poco más de un mes llegaron a Culiacán para instalarse de forma temporal, trabajando en los cruceros de ‘limpiavidrios’. Ramón con una estatura más baja de lo que debería ser un niño de 10 años, pega el brinco al cofre de los carros y mientras que con una mano rocía los vidrios de agua con jabón, con la otra limpia el líquido para dejar reluciente el cristal de los automóviles que hacen alto momentáneo en el crucero.
El pequeño Ramón sabe que hoy es el Día del Niño, pero al igual que su hermano coinciden en que nunca han festejado estas tradiciones y otras más debido a los escasos recursos económicos con los que han crecido en su tierra natal del estado de Chiapas y por los bajos salarios que perciben por una jornada de 10 horas de trabajo.
“Allá en Chiapas, allá en mi pueblo no hay chamba, pagan 80 pesos el día. Entramos a trabajar de 6 de la mañana a 4 de la tarde, por eso mejor nos venimos a Culiacán en autobús, pero no tenemos familia aquí, ni nos conoce nadie. No hay dinero allá en mi pueblo”, señala José con dificultad para coordinar palabras debido a que su lengua materna es el tzotzil, lengua que se habla en los altos de Chiapas.
Salir adelante a marchas forzadas
Mientras platican con Los Noticieristas, los dos hermanos hablan lengua tzotzil para explicarse ambos lo que el reportero está diciendo y preguntando. Revelan que creían que era un integrante del sistema DIF, a los cuales le temen porque en más de una ocasión se han querido llevar a Ramón para internarlo en una casa hogar, sin comprender su cultura y necesidades, además argumentan que lo único que hacen es trabajar a como han estado acostumbrados desde que nacieron para sacar adelante a su familia, viviendo en Culiacán una ciudad extraña para ellos, pero con muchas más oportunidades que donde vieron la luz por primera vez.
Este día para Ramón será como cualquier otro y aunque ve que otros niños van cargados con golosinas, regalos, pastel o juguetes por ser el Día del Niño. Su único anhelo es una bolsa de dulces que el reportero le obsequia para apapachar un poquito su corazón en este día, a lo que el pequeño responde con una tierna sonrisa y un gesto de agradecimiento escondido bajo la visera de esa gorra vieja que de seguro le servirá muchos más días para soportar las altas temperaturas de la entidad.
Si usted desea y puede ayudar a Ramón y su hermano José, los puede contactar al número telefónico 77 79 58 49 75.
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