
Concordia, Sin. – Rafael Valerio Bonilla, jamás imaginó que heredaría de una extranjera un talento que le haría amar más su tierra.
Era apenas un niño cuando en su natal Copala, Concordia, cuando aprendió el oficio que le ha mantenido desde hace 28 años a él y a los suyos, siendo orgullosamente artesano, ofreciendo la belleza de la Villa de San Sebastián, desde su perspectiva, algo así como arte en miniaturas.
“Yo iba a la escuela, y la escuela yo llegaba a ayudarle a ella a hacer casitas, porque nos gustaba. Me gustaba más que todo el trabajo este. Ahorita ya tengo 28 años laborando esto. En Copala. Ella duró en Copala, como 10, 15 años viviendo allá y ahí estamos laborando. De hecho, yo voy a traerlos a ocho, 10 kilómetros aquí alrededor de Concordia, esta madera, son espinas de zorrillo. Se venden muy bien y les grabo su nombre y doy un precio bajo, tampoco doy un precio alto para que la gente, tome su detallito de Concordia, arte en miniatura. Deseo que venga gente aquí a Concordia a comprar, lo que es la artesanía”
Aunque ya no supo más de la europea, cuando emigró de Copala a la cabecera municipal concordense, Rafael siempre le estará agradecido dice, tanto a ella, como a Dios y a los visitantes que le ayudan a seguir día a día con esta actividad, que entre seguetas, navajas y lijas, le ha permitido ser parte de la cultura de sus raíces como artesano.
Valerio Bonilla afirma que no ha sido fácil, pues a su mesa llegan muchos, algunos lugareños, otros turistas, y hasta los candidatos en campaña, los primeros se quedan a admirar sus obras, los segundos, le compran y le dejan propinas y los terceros, sólo promesas.
“Yo tengo aquí tanto tiempo como le digo y nunca me han ayudado en nada. Yo quisiera que sí. Uno les tiene mucha fe a los candidatos, pero ya al último le da el voto uno, porque tiene el deber que hacerlo uno. Sí prometen, hay que hablar sincero, pero a la vez a unas personas ven y a otros no ven y así es. Quisiera algún día, nunca me han apoyado con nada aquí. A veces, yo tengo tres, cuatro hijos chiquitos, uno de cuatro años, uno de dos, uno de 9 y otro de tres y a veces pues no llevo nada yo. Está bien difícil, la situación. Tampoco estoy avaricioso al dinero. Si Dios me va a dar, me va a dar, y si no, pues no. Yo soy una persona de buen corazón que digo lo que siento nomás. Con el día que me dio de vivir y de aliviadita, con eso tengo”
Casitas a pequeña escala, castillos, con sus escaleras, ventanas y caballos, es capaz de crear una ciudad de madera con sus dedos.
Con todo y las limitantes del día a día, con las afecciones del clima y otras cosas más, Rafael Valerio, quien por algunos meses también se emplea como albañil, bendice su oficio de artesano, pues para él guarda riqueza pura, esa que sólo da el sentirse orgulloso de sus orígenes sinaloenses.




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